21 de marzo de 2013

Transformación, no privatización de PEMEX.


México conmemoró el pasado 18 de marzo el Aniversario de la Expropiación Petrolera; han pasado ya 75 años desde que el General Lázaro Cárdenas tomara una decisión que hoy día nadie cuestionaría, hoy todos podemos reconocer que se actuó en plena defensa de la soberanía nacional.
Durante la época, la industria petrolera había traído al país cuantiosos capitales que le significaban crecimiento y desarrollo; sin embargo, para otros esto  parecía exagerado y únicamente representaba beneficios para las compañías petroleras, que habían gozado durante años de privilegios para su propio desarrollo y expansión.
Estos privilegios, sumados a la portentosa potencialidad de los mantos petrolíferos que la nación había concesionado, representaban un capital, sí, pero sólo  para las empresas extranjeras, y esto no se veía traducido en verdaderas obras de beneficio social.
Una situación adicional, fue la indebida y constante intervención de las empresas en la política nacional, quienes apoyaron movimientos armados en contra del gobierno, auspiciaban periódicos considerados en la época como antipatrióticos y en general otorgaban su apoyo a situaciones de descontento contra el régimen del país, cada vez que veían afectados sus intereses.
Bajo este panorama se encontró como única medida, definitiva y legal, la expropiación, dando fin a un poderío económico que había llegado al grado de poner en riesgo la vida de la nación; se buscó así la dignificación de ésta mediante sus propias leyes y aprovechando sus propios recursos; dando a nuestro país la posibilidad de dirigir libremente su destino.
Tomada la decisión, el 18 de marzo de 1938, el General Cárdenas anunció la expropiación petrolera “por causa de utilidad pública y a favor de la nación” y pidió a los mexicanos confianza plena y respaldo absoluto en las disposiciones que el propio gobierno tuviere que dictar.
Así, la riqueza petrolera, que explotaban las compañías extranjeras, se volvió propiedad de la nación mexicana en estricto apego a la Ley de Expropiación del 23 de noviembre de 1936 y al artículo 27 de la ConstituciónPolítica de los Estados Unidos Mexicanos.
Para muchos, la expropiación significaba un sacudimiento final del imperialismo que por tanto tiempo había dañado a México, impidiéndole confiar en su propia fuerza y capacidad.
No obstante el apoyo a las decisiones de quien entonces era nuestra máxima autoridad no fue unánime,  hubo quienes vieron la expropiación con alarma pues predecían un futuro de represalias económicas que llevarían a la pérdida de valor de la moneda hasta un punto tal que la actividad económica quedaría paralizada.
Esto no sucedió así; sin embargo, durante los últimos años la demanda de energía ha crecido y hoy crece más rápidamente que el Producto Interno Bruto. Y actualmente aproximadamente dos terceras partes de la generación de energía se logran quemando hidrocarburos, es decir, recursos naturales no renovables y esto sumado a una situación en la que las reservas de petróleo probadas se han reducido a la mitad, ya que nuevos yacimientos no han sido encontrados para compensar la producción, ha llevado a los expertos a calcular que de seguir a este mismo ritmo, las reservas se agotarán en unos trece años.
Una situación así no nos da otra opción que no sea pensar en una reforma energética integral.
Hoy, y de acuerdo a lo estipulado en nuestra Constitución, en el PRI nos pronunciamos por mantener la rectoría del Estado en materia energética y por garantizar que el patrimonio y la explotación de nuestros recursos sea en beneficio de los mexicanos.
Conscientes de la situación actual, trabajaremos por impulsar una reforma energética que convierta a este sector en motor de crecimiento económico, que genere y atraiga inversión, que fomente el desarrollo tecnológico y provoque la formación e integración de cadenas productivas con mayor valor agregado.
En ese sentido, la política energética que promueva y apoye el PRI buscará en todo momento garantizar la producción de hidrocarburos y de energía; en general, que permita acelerar el crecimiento del país, y esto requiere de cumplir tres principios estratégicos: Eficiencia, Seguridad Sustentabilidad.
La reforma que nuestro Partido defiende buscará garantizar que Petróleos Mexicanos siga siendo una empresa de todos los mexicanos, pero que incremente su productividad, amplíe su participación en los mercados, de tal manera que sirva más eficientemente al país y sea palanca de nuestro desarrollo.
Para  lograr un sector energético de vanguardia, que responda a las exigencias de  México en un nuevo entorno mundial, es necesario transformar a PEMEX bajo seis líneas de acción: establecer una nueva estructura organizacional; alentar la ética corporativa y la responsabilidad social; promover el crecimiento verde; potenciar a la industria nacional; orientar las inversiones hacia actividades de mayor valor agregado y rentabilidad para el país; y fortalecer su capacidad de inversión y desarrollo tecnológico.
Requerimos y, en consecuencia, apoyamos las estrategias que nos permitan tener un sector que sea sinónimo de modernidad, eficiencia y productividad; que además sea ejemplo de innovación, desarrollo industrial y compromiso con el medio ambiente.
Apoyaremos la estrategia que nos permita devolverle al sector toda su nobleza, todo su liderazgo y toda su capacidad de transformación; porque estamos convencidos que esta mejora significa la mejora de México.
El PRI propone transformación, no privatización de PEMEX.
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